Gentrificación al descubierto: ¿Progreso o invasión silenciosa?


 El pasado 4 de julio, las calles de colonias como Roma, Condesa y Juárez en la Ciudad de México vibraron con consignas contra un fenómeno que divide opiniones: la gentrificación. Mientras algunos defendían las protestas como una lucha legítima contra el desplazamiento, otros cuestionaban las formas o comparaban el proceso con la migración latina hacia Estados Unidos, pero ¿cómo entender esta polarización sin caer en simplismos? La respuesta exige desentrañar el concepto mismo y sus impactos reales en la vida cotidiana.

  • Expatriados de países con divisas fuertes (1 USD = 18 MXN)
  • Especulación inmobiliaria que convierte viviendas en asentamientos de lujo
  • Negocios que sustituyen la oferta local por servicios en dólares o euros.
  • Desaparición de comercios locales con precios accesibles
  • Barreras laborales: empleos que exigen inglés fluido (aunque el 92% de mexicanos no lo domina, según INEGI)
  • Alza desproporcionada en servicios básicos, desde tortillerías hasta guarderías.
  • Casas convertidas en "hospedajes masivos": Familias que dividen su vivienda en micro-habitaciones para estudiantes o profesionales, donde 7 personas comparten un solo baño y cocina y entonces lo que parece un "ahorro" se vuelve una trampa: además del hacinamiento, los costos de servicios básicos —luz, agua, internet—, que han subido hasta un 200% según la Profeco, devoran cualquier supuesto beneficio.
  • Los falsos "lofts" de supervivencia: Surgidos como solución rápida, estos espacios de 20m² prometen accesibilidad en zonas periféricas o inseguras. Sin ventilación natural, con luz artificial perpetua y sin espacio para cocinar, 68% de estos desarrollos violan normas mínimas de habitabilidad (IMCO, 2023). Son el reflejo de una ciudad que prioriza el metro cuadrado sobre la dignidad.
  • Seguridad selectiva: Datos del INEGI revelan que colonias con alta gentrificación tienen hasta 4 veces más patrullas que zonas de ingresos bajos, pese a que estas últimas concentran mayores índices delictivos.
  • Infraestructura que sigue sin llegar: El 40% de los desplazados terminan en áreas sin acceso a salud pública oportuna, transporte eficiente o espacios verdes. Se pavimentan calles para nuevos desarrollos, pero se postergan hospitales y parques.
  • Visas de residencia temporal con obligaciones tributarias proporcionales a sus ingresos.
  • Impuestos específicos para transacciones en moneda extranjera.
  • Requisitos de permanencia mínima (6-12 meses) para acceder a beneficios fiscales.
  • Fortalecer infraestructura en zonas periféricas: transporte seguro, espacios verdes y escuelas de calidad reducen la presión demográfica en núcleos gentrificados.
  • Políticas de vivienda inclusiva: cuotas mínimas de unidades accesibles en nuevos desarrollos inmobiliarios, como exige la Ley de Suelo y Vivienda de Uruguay.
  • Salarios dignos y proximidad laboral: solo el 18% de los latinoamericanos trabaja cerca de su hogar (CEPAL, 2023). Incentivar empleos locales descentraliza la demanda de vivienda.
  • Para nómadas digitales: residencia temporal vinculada a contribuciones fiscales claras y participación en programas comunitarios.
  • Para desarrolladores: incentivos fiscales al construir vivienda social integrada (no marginada en periferias desconectadas).
  • Para gobiernos: protección del patrimonio intangible: mercados tradicionales, espacios culturales autóctonos y redes de comercio local.


¿Qué es la gentrificación? 


El término —nacido de la fusión entre "gentry" (clase alta) y "ficación" (proceso)— describe la transformación de barrios históricamente populares, donde la llegada de nuevos residentes con mayor poder adquisitivo dispara precios de viviendas, rentas y servicios, desplazando a comunidades originarias de acuerdo a  estudios del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (UNAM), colonias como Juárez registraron alzas de hasta 40% en rentas entre 2018-2023, mientras el salario mínimo aumentó solo 22% en el mismo periodo.


La paradoja es evidente: mientras estos barrios ganan cafés boutique y galerías de arte, zapaterías de tres generaciones, mercados de abarrotes y talleres de sastrería cierran al no poder competir con rentas estratosféricas o clientelas que priorizan servicios “premium".


Migración vs. Gentrificación: un error peligroso de comparación 


Aquí surge un debate clave: ¿Acaso los latinos que migran a EE.UU. o Europa generan efectos similares? La respuesta radica en el poder económico. El migrante latinoamericano suele llegar con recursos limitados, insertándose en economías informales o sectores de bajo ingreso no remodela barrios enteros ni encarece el suelo: se adapta a espacios ya marginados. En contraste, la gentrificación en CDMX es impulsada por:


El rostro humano del desplazamiento: historias tras las estadísticas


Antes de la ola gentrificadora, familias trabajadoras podían vivir cerca de sus empleos, parques y escuelas. Hoy, según Data Cívica, el 60% de los residentes originarios de la Roma-Condesa han sido desplazados a municipios periféricos, incrementando sus traslados diarios hasta 4 horas.


Los efectos son concretos:




La fórmula implacable: oferta, demanda y desesperación


Cuando ciertas zonas se vuelven deseables, la especulación inmobiliaria no tarda en actuar. Según el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), en ciudades como Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, los precios de renta han aumentado hasta un 60% en la última década en zonas gentrificadas. Esto fuerza a residentes originales a adaptarse de formas insostenibles:



La fractura social: cuando las autoridades miran hacia otro lado


Mientras colonias como la Roma en CDMX o Provenza en Guadalajara reciben vigilancia reforzada, banquetas impecables y árboles podados, las zonas periféricas —donde se refugian los desplazados— enfrentan el abandono sistémico:



La raíz del problema, como señala la CEPAL, es la falta de planeación urbana integral y la corrupción en licencias de construcción. Mientras las inmobiliarias transforman colonias enteras con proyectos "boutique", las autoridades ignoran que cada familia desplazada es un eslabón roto en el tejido social.


La gentrificación ha dejado de ser un fenómeno abstracto para convertirse en una realidad palpable en barrios icónicos de Ciudad de México, Medellín, Buenos Aires y otras urbes latinoamericanas. Tras la fachada de cafés boutique y espacios coworking, se esconde un desafío complejo: cómo equilibrar la llegada de nuevos residentes —especialmente nómadas digitales— con la protección de los derechos y la identidad de las comunidades locales.


El desbalance fiscal: cuando las divisas fuertes desequilibran la cancha


Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el número de nómadas digitales en Latinoamérica creció un 45% entre 2020 y 2023. Mientras estos profesionales pagan rentas en dólares o euros —asequibles para sus ingresos globales—, su contribución fiscal suele ser mínima o nula en los países que habitan. En México, por ejemplo, solo el 12% de los residentes temporales extranjeros tributan localmente, según datos del SAT.


Esto plantea una cuestión de justicia económica: ¿por qué un local paga impuestos sobre el 100% de sus ingresos, mientras un nómada digital con salarios 3 o 4 veces superiores no lo hace? La solución no pasa por cerrar puertas, sino por diseñar políticas que equiparen responsabilidades. Algunas ciudades ya exploran modelos como:


Doble vara en vivienda: El muro invisible para los locales


Mientras un extranjero suele alquilar un departamento en colonias premium con solo mostrar un pasaporte y pagar meses adelantados, los locales enfrentan barreras kafkianas: avales con propiedades libres de gravamen, pólizas jurídicas, depósitos equivalentes a un año de renta, e incluso —en casos documentados en Guadalajara o Santiago—, exigencia de historial crediticio superior al necesario para un crédito hipotecario.


Esta asimetría no solo es injusta: distorsiona el mercado inmobiliario. En colonias como La Roma (CDMX) o Palermo (Buenos Aires), los precios de renta aumentaron hasta un 200% entre 2019 y 2024, desplazando a familias enteras hacia periferias con menor acceso a servicios.

Urbanización consciente: más que asfalto, un tejido social


La respuesta no es expulsar a los nuevos residentes, sino repensar las ciudades con mirada integral. Iniciativas como el programa Barrios Vitales en Bogotá o Urban 95 en Recife demuestran que es posible:



Hacia un pacto social urbano


La gentrificación no es inevitable. Ciudades como Lisboa —donde el alojamiento local restringió licencias en el centro histórico— lograron reducir desplazamientos en un 22% según la OCDE. El desafío está en construir regulaciones que reconozcan realidades económicas sin sacrificar identidad cultural:



El verdadero progreso urbano no se mide por la cantidad de cafés que sean intagrameables, sino por calles donde conviven sin fracturas el tejido social ancestral y las nuevas dinámicas globales, como bien señalan urbanistas como Saskia Sassen: "La ciudad que solo sirve al capital, termina matando su alma". En Latinoamérica, esa alma tiene nombre: mezcla vibrante, resiliencia y pertenencia, preservarla es tarea de todos.

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